Naturalidad y comunicación no verbal son los dos factores, bajo mi punto de vista, fundamentales para conseguir emocionar.
Una conferencia exitosa, entre otros factores, implica el llegar a emocionar a la audiencia. Una de las definiciones de emoción según el diccionario de la Real Académica de la Lengua es “interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo”. Esa es la emoción que busca un discurso en público, conseguir generar un interés y una atención hacia nuestra charla. Y digo que será una conferencia exitosa porque de esta manera la información que queremos transmitir llegará a nuestro público.
¿Cómo se consigue emocionar? El quid de la cuestión es tener un mensaje a transmitir que nos creemos, que es importante para nosotros. Porque si creemos lo que decimos, será más fácil que nos impliquemos en él y que consigamos transmitir emoción con nuestras palabras pero también, y casi más importante, con nuestra comunicación no verbal (gestos, miradas, expresiones, posición del cuerpo…). Por otro lado, si para nosotros el mensaje es cierto será más fácil que lo digamos con naturalidad. Es este otro factor clave para emocionar porque la naturalidad proporciona credibilidad a nuestro discurso.
Naturalidad y comunicación no verbal son los dos factores, bajo mi punto de vista, fundamentales para conseguir emocionar.
¿Qué le pasó a la alcaldesa de Madrid en el reciente discurso para defender la candidatura de esta ciudad para los Juegos Olímpicos de 2020? Seguramente le dijeron que tenía que emocionar y seducir al comité olímpico. Se aprendió el discurso de memoria y lo interpretó pero de forma tan sobreactuada, recalcando palabras, gestos y sonrisas de manera forzada, que perdió toda naturalidad y casi con total seguridad no logró emocionar. Bueno, bien mirado sí consiguió emocionar provocando risas y mofa, pero creo que ese fue un objetivo no deseado.
Respecto a la comunicación no verbal, es un factor importantísimo que no hay nunca que subestimar porque hay que tener en cuenta que se cree más lo que se ve que lo que se dice. Por lo tanto, ante una posible incongruencia entre el lenguaje verbal y los gestos, el receptor tiende a creer a estos últimos.
Propongo un ejemplo. Quién no ha visto un mimo que solo con sus gestos y expresiones consigue muchas veces emocionarnos muchísimo. He ahí la fuerza de la comunicación no verbal. Porque las palabras por si solas no transmiten emoción.